Jumanji, por Serpico

Desde lo más profundo de la jungla de letras que era ese manuscrito, se escuchó una voz tenue, suplicante. Borges, el personaje envuelto en esa trama inconcebible que redactaba Borges, el autor, le pedía encarecidamente que mostrara algo de misericordia e hiciera un alto. Aquel tropel de visiones sicodélicas en el Aleph lo había llevado más allá de la locura. Pero ahora que había sacado el doble seis, ya se enteraría ese escritor miserable lo que se siente estar estar atrapado por más de setenta años en un maldito laberinto viendo estrellas, elefantes y mariposas gigantescas salidos de su puño.


Donde empieza la vida, por Black Dot

Recorrí el barrio donde habito desde joven. En una esquina oscura y apartada encontré un Aleph. Dentro de este vi a una mujer. Contemplé mi vida con ella, la fragancia de ese cuerpo al que por pura providencia adoré sin remedio. Descubrí el dolor que sufriría al entregársela a la muerte. Y me vi a mi mismo; viejo, cansado, habituado a la tristeza, mientras mis pasos me llevaban por los mismos caminos de la juventud hasta volver a ese mismo punto. Entonces comprendí que la vida no es sino un acto fortuito, donde nuestra voluntad nada puede decidir.


Borges en el diván, por Pitágoras

Eran mis miedos y fobias lo que la visión me develaba. Mi ignorancia consciente y aquello que no quería saber; lo que no imaginaba querer, lo que temía desear. Eran la desidia y la indolencia que me habían impedido ser lo que pude haber sido; la frustración por el hubiera, ese verdugo tenaz y obstinado. Era el yo –ese ser y no ser tan familiar y omnipresente– que busca su destino. Eran pasado, presente y futuro fundidos en una trinidad inquebrantable. Todo a la vez. Era la vereda que me conducía, sin remedio –a través de un laberinto tapizado con espejos y ventanas, con puertas abiertas, ocluidas y otras apenas entornadas–, al interior de la colmena donde se maduran las mieles de orgullos y triunfos pírricos de nuestra existencia finita. La vida y la muerte, en guerra y amasiato. Era el universo lo que el Aleph me revelaba: la precisión del caos y los confines del infinito. Era la probabilidad de lo imposible; la grandeza de la nada y lo fugaz de la eternidad, tan efímera como la inspiración que me hizo ver aquel prodigio..
Jorge Oropeza
20 de October de 2020 / 18:20
Selecciones día 3: Serpico, Black Dot y Pitagoras---- suerte! 20 de October de 2020 / 18:20
Jorge Oropeza
 

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