Lo conocí en un lugar de la mancha urbana que ni siquiera recuerdo. Su figura, más que triste, era deprimente a causa del alcohol y las drogas. Enloquecido, tiraba golpes y patadas al aire como si intentara librarse de una enorme telaraña o estuviera peleando contra fantasmas.

–Son artes marciales –me dijo al oído, como queriendo que guardara el secreto –. Hay que deshacer a los enemigos y dejarlos tuertos, o muertos.

Había visto tantas películas y series de televisión de narcos que había perdido la brújula, y en sus desvaríos, pretendía convertirse en un capo. Para ello –me confesó emocionado– contaba conmigo y me contrató. Dudé que pudiera lograrlo. Solo disponía de aquel Mustang blanco del que se vanagloriaba y que, a decir verdad, ya había visto pasar sus mejores días. Claro que en comparación, mi viejo Volkswagen, con el que a duras penas podía seguirlo en nuestras correrías, no era más que un burro.

Tiempo después, al cabo de mil peripecias que relataré en otra ocasión, a regañadientes, accedió a rehabilitarse en casa, donde pasó sus últimos días.

–Elemental, mi querido Pancho –me dijo poco antes de morir–. Es obvio que si no hubiera existido Cervantes, mi historia sería un bestseller..
Marcial Fernández
24 de November de 2021 / 08:36
Sel. día 4, "Dos contra el mundo", de Pancho Sanza 24 de November de 2021 / 08:36
Marcial Fernández
 

Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.