Recuerdo haber despertado un día de enero escuchando a mis padres hablar de un nuevo virus que habia sido descubierto en China y que ya habia alcanzado algunos países; veía imágenes y videos de personas en hospitales, de los estudios del virus etc. En mi país aun no se había encontrado un caso del ya llamado Coronavirus hasta algunas semanas después. Ese mismo día fui a la escuela, todo iba normal hasta que empezamos a hablar del dichoso virus.
Los maestros nos decían que simplemente no nos preocuparamos aún de esta enfermedad, que habían más casos de Sida y de Influenza que de Covid-19 en el mundo. No ayudó mucho ese comentario para mí, recuerdo haberme puesto muy ansioso, pensaba en qué pasaría si algún familiar o yo tuviera el virus, pues aún no había una cura o algún tratamiento para él.

Un mes después de esta noticia, comenzó la cuarentena, el encierro, ya era una pandemia mundial.

Todo ha pasado tan rápido que ni siquiera recuerdo cómo era ir a la escuela, ir al cine con mis amigos o celebrar con toda mi familia. Todo esto se ve como un recuerdo muy vago, pareciera que es un lujo hacer alguna de estas cosas.

Si he aprendido algo durante mi tiempo encerrado, es apreciar los momentos, la escuela, las personas, las cosas aunque sean materiales, pues nunca sabes cuando todo eso te será arrebatado.
La cuarentena me ha ayudado a conectar con una parte de mí que no sabia que podia desarrollar más, el arte, la meditación y el tiempo a solas son los mejores mecanismos para ayudarme a controlar la ansiedad que siento por no poder salir de mi casa.

Mis perros ya se han vuelto locos de no poder salir a correr por el parque, pero quedarme en casa es lo mínimo que puedo hacer para ayudar a controlar esta pandemia.

De todo se aprende, y definitivamente algo bueno tiene que salir de este aislamiento, ¿o no?