La oportunidad llegó de la nada; no destacó demasiado ni en la escuela ni en los trabajos que fue teniendo, pero como era un tipo agradable y entusiasta, los que lo conocían acabaron admitiendo que quizá sí pudiera llamar la atención de una gran transnacional y recibir la oferta de un gran empleo al otro lado del mundo.
Para viajar ligero, regaló prácticamente todas sus cosas. Se gastó sus ahorros en una semana de fiestas de despedidas, al fin y al cabo, nada le faltaría cuando cruzara el mar. Abrazó a todos, besó a todas y lo dejaron en la puerta del aeropuerto entre promesas de volver pronto y de seguir en contacto.
Sí tomó un avión, cuyo destino final no fue Sidney, sino una destino nacional convenientemente lejano, con una clínica para pacientes terminales convenientemente discreta. Un adios sin lágrimas fue lo mejor que pudo darles como último regalo.
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07 de February de 2017 / 23:08
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Podemos seguir... 10 de February de 2017 / 05:10
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