En su lecho de muerte la vieja vio a los hijos reunidos. Estiró una mano para tocar a la mayor de las hijas, pero Ana no quiso hacer contacto con la piel arrugada y casi seca de la anciana. Los hijos no se animaban a acercarse y en el pecho de todos el dolor se acrecentaba. Los había hecho personas de bien, decía ella, a golpes y gritos. En esos últimos minutos, mientras la veían irse de esta vida, quiso decirles algo que nunca les había dicho. La falta de aire en sus pulmones le robó las últimas palabras, aunque nadie de ellos supo que un “los quiero” se quedó atorado para siempre en su garganta.
Black Dot
16 de February de 2017 / 08:12
Minutos finales 16 de February de 2017 / 08:12
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Taller 18 de February de 2017 / 10:02
José M. Nuévalos
 

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