Llevaba meses horadando un orificio en la pared de piedra para comunicarme con el ocupante del calabozo contiguo. Cuando vi esa luz brillante que emanaba del final del pequeño agujero pensé que lo había conseguido, al tiempo que me dominaba la envidia. ¡Él podía ver la luz del sol!, de la que yo estaba vedado. Me equivoqué. No había celda ni persona alguna del otro lado.

Lo que veía a través de ese hueco de dos o tres centímetros de diámetro tenía forma de una pequeña esfera luminosa, capaz de emitir tanta luz, que iluminó mi encierro, tan temible y bello a la vez, un Aleph quizá, que me quedé pasmado varios segundos u horas, no lo sé. Perdí toda noción del tiempo a cambio de recobrar la calma y la esperanza. Lo que veían mis ojos era el universo que estaba afuera. Mis sueños e ilusiones, mi vida, la libertad, el conocimiento, el amor, la bondad y la misericordia que se fundían simultáneamente en aquella luminosidad surgida de la piedra. Era todo aquello que deseaba y que nunca disfruté, mis anhelos y mi ser en potencia; era el mundo que apenas recuerdo cuando, siendo niño, fui encerrado aquí por órdenes de mi tío cuando murió el rey, mi padre.
Pitágoras
10 de October de 2020 / 12:49
El primogénito 10 de October de 2020 / 12:49
Pitágoras
Seleccionada 13 de October de 2020 / 23:08
Tomás del Rey
Me gusta mucho 13 de October de 2020 / 23:21
Beatriz
 

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