Sí, el olvido me trabajó por un tiempo, pero al cabo de unos meses me asaltaron las dudas, y las preguntas. En mi cabeza volvían a repetirse aquellas imágenes reveladoras y crudas, tan bellas y placenteras como inquietantes y misteriosas que vi en el Aleph. Consulté al doctor Ranieri, reconocido psicólogo que tiene su consultorio en Tagle, cerca de Las Heras, en La Recoleta y, tras varias sesiones en el diván, me aseguró que eran imágenes oníricas que seguramente tuve al haberme dormido en la oscuridad de aquel sótano. No me convenció y acudí al doctor Fernández Calva, otro prestigiado especialista que atiende en Paseo Colón, frente al Parque Lezama, quien sugirió que me sometiera a hipnosis. Lo hice, no sin cierta reticencia, y su dictamen fue demoledor. No se explicaba cómo había sobrevivido a la experiencia de la muerte. Yo tampoco, pero estoy aquí, escribiendo estas últimas líneas frente a una robusta máquina Remington de manufactura reciente, sobre la mesa de roble de mi estudio, en este mundo maravilloso en el que habito y donde –para mi fortuna– no existen Daneri ni Beatriz, personajes que han quedado atrás, junto a la piel de la que me deshice aquella tarde en el sótano de la vieja casa de la calle de Garay.
Pseudónimo
18 de October de 2020 / 13:09
El párrafo ausente 18 de October de 2020 / 13:09
Pseudónimo
Taller (seleccionada) 19 de October de 2020 / 11:19
Elisa A.
 

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