Afuera de la nave hacían todo lo posible para que la misión tuviera éxito. En el interior únicamente escuchábamos rumores, susurros y respiraciones entrecortadas en un ambiente de nerviosismo. Solo podíamos imaginar la escena mientras la tensión crecía. Sin entrenamiento previo, debíamos estar listos para entrar en acción en cualquier momento, a pesar de los tumbos y lo agitado de las aguas.

Al parecer, las gestiones diplomáticas surtían efecto, y cuando soltaron las amarras dejando en libertad a nuestro submarino, la mano firme del comandante lo dirigió con precisión para alcanzar el primer objetivo: entrar por la bahía y atracar en el puerto fortificado.

El manejo diestro y sutil de las negociaciones posteriores permitió que las defensas, que en otras condiciones se opondrían, estuvieran de nuestro lado para penetrar en la fortaleza sin resistencia. Una vez dentro hubo gran agitación y luego de un breve zafarrancho, entre gemidos y jadeos, vino la orden de desembarcar. Miles fuimos lanzados fuera del navío tras una andanada de disparos para buscar, a oscuras y nadando a contracorriente por un pasaje estrecho, una cita con el destino, que solo yo habría de conseguir a costa de dar la vida. Dudo si fue buena idea hacerlo, porque lo que empezó como un juego inocente tuvo una consecuencia que ahora se llama Arturo, quien temo que está a punto de repetir la historia.
Pi
06 de December de 2020 / 16:29
El elegido 06 de December de 2020 / 16:29
Pi
Comentario 13 de December de 2020 / 04:56
Daniela Truman
Respuesta al comentario (1) 13 de December de 2020 / 13:15
Pi
Comentario 14 de December de 2020 / 04:37
Daniela Truman
Respuesta al comentario (2) 23 de December de 2020 / 22:47
Pi
 

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