Detrás de las rejas que la mantienen presa un felino con franjas negras y anaranjadas da vueltas, nerviosa. Su estado es confuso, no sabe si es pantera o tigre. Ha marcado un camino de tanto ir y venir en ese espacio donde la bestia es lo que no es. Me acojo a la mano de papá cuando veo sus colmillos y la oigo gruñir. ¿Huele mi carne joven y suave, presiente mi miedo pueril? Quizá no sabe que debe renunciar a su condición natural, que aquí, donde la carne que come es refrigerada, no es más que el pretexto para un suvenir y los que la observamos no somos sino animales presos en una jungla de ilusiones.