Un poco de miedo, eso es lo que me dan los árboles. Sobre todo los árboles pequeños, ya que tengo que enfrentarme a ellos desde una perspectiva diferente, de igual a igual (con los árboles gigantes no tengo ningún problema, ya que mi transformación es total): ¡Qué pereza, afrontar mi fragilidad de hormiguita recolectora!