Cuando Borges escribió en “La dicha” que los árboles eran hermosos, es claro él no experimentó lo mismo que yo, cuando uno de esos imbéciles tuvo la genial idea de caerse cuando iba pasando con mi auto. De no haber sido por unos cables eléctricos que retrasaron un segundo la caída, habría terminado aplastado, como el infeliz que llevaba detrás de pasajero. Él ya no tiene motivo para tenerles miedo. Yo que sigo vivo, sí. Y no precisamente por hermosos.
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10 de February de 2021 / 21:25
Taxi driver 10 de February de 2021 / 21:25
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Seleccionada 15 de February de 2021 / 23:01
Tomás del Rey
 

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