Mi nueva teoría del universo de reología variable nació cuando una gruesa rama cayó de un árbol sobre mi cabeza. Algo parecido a lo que –cuentan– le ocurrió a Newton con una manzana. De ahí proviene mi temor hacia los árboles: porque son capaces de influir sobre el cerebro de formas extrañas y hacer surgir ideas brillantes y revolucionarias o estupideces mayúsculas, como mi hipótesis.