Nunca entenderé a los atletas profesionales. Son tramposos; capaces de recurrir al engaño, a drogas prohibidas, y quizás hasta al soborno para lograr sus metas. Son ruines, vanidosos y se envilecen al perseguir el dinero y no la satisfacción, que es la verdadera recompensa. El amateur es genuino y honesto consigo mismo, y libre de hacer lo que le plazca. La práctica del deporte como aficionado es más gratificadora aunque, paradójicamente, impone mayores exigencias. La competencia es contra la debilidad y la falta de carácter; significa enfrentar los propios temores y deficiencias. Busca la perfección para alcanzar la excelencia, sin marcas que superar mas que las propias. En resumen, vencerse a sí mismo, no a otros. Por eso amo el amateurismo en este excitante deporte de la cacería humana. Aquí, yo defino el objetivo y los métodos.