Ahora, al comenzar mi relato, es cuando usted espera que yo diga que no soy malo, aunque motivos no me faltan para serlo. Luego, pretende usted que yo consiga sutilmente a través de mi relato que el lector se vaya identificando conmigo y toda esa mierda, solo porque a usted le gusta sentir el cosquilleo del garrote vil en sus cervicales, que ahora tiene confortablemente apoyadas en su sillón de lectura. Pero siento decirle que no soy bueno, ni usted podrá entenderme nunca del todo, ni ver el mundo con mis ojos, ni nada. Claro que hay una forma. Sí, esa persona que está a su lado mientras usted lee ¿es su esposa quizás? ¿su pareja, su hija? Si de verdad quiere identificarse conmigo, participar de mi emoción, mátela. Simplemente porque sí, sin sentimientos. Bien. Ahora que es de los míos y va usted camino de la cárcel, pida allí papel y bolígrafo y escriba su historia. Cuéntela de forma que sus lectores sientan también correr por su médula el impulso de matar. Contágielo.