Selecciones 2 de abril
Craso error
Lafitte
Cuando era pequeño me entretenía atrapando ratas a las que rociaba gasolina y les prendía fuego. Verlas correr en zig-zag, en círculos y dando maromas como luciérnagas infernales rasgando la noche era divertido; sus chillidos, escalofriantes. Lo seguí haciendo a lo largo del tiempo y a través de la escala evolutiva con una extraña mezcla de curiosidad científica y placer por el dolor ajeno, hasta que cambié de métodos. Pequé de optimista cuando llegué al pináculo de la evolución. Las primeras dos ratas de dos pies que capturé murieron de miedo antes de que encendiera el fósforo.
Espíritu de superación
Serpico
Amo los tiempos de bonanza. Tanta abundancia es una tentación para alguien como yo, que está convencido de que todo es susceptible de mejora. Aunque las estadísticas no reflejan aún las decenas de individuos que ya retiré de la circulación, estoy seguro que un poco de perseverancia y suerte, me ayudarán a dejar huella en la historia. Además de gente, lo que sobra es tiempo.
Inercia
Chester Truman
La primera víctima es como el primer beso: nunca se olvida. El resto, son variaciones sobre un mismo tema, pura inercia. A estas alturas, he perdido la cuenta de mis besos y de mis víctimas. Con los años ganas técnica pero pierdes motivación. Lógico, si lo piensas. Que siga matando es lo mínimo que todos esperáis de mí. Y por nada del mundo quisiera decepcionaros. Yo no.
El chef
Pseudónimo
Nada igualaba el sabor de mis platillos exóticos. Tenía reservaciones confirmadas por un año en mi célebre restaurant y la clientela hacía fila a todas horas. La ausencia de gente en la calle a causa de la pandemia lo arruinó todo. Ahora escasean los comensales y los insumos, en particular esas carnes importadas que me dieron tanta fama.
Cuatochin
Black Dot
Los dioses deciden quién ha de partir. Les temo, saben demasiado de mí. La primera vez que los oí tenía quince años. Me ungieron con la roja sangre de un conejo que pataleaba en los estertores de la tortura. Los ojos espantados de cuatochin muriéndose, la sensación de que su vida estaba en mis manos, me sedujeron. Desde entonces me esfuerzo en servirles. Me demandaron a mi mejor amigo. Obedecí, lo inmolé en su honor. Como un azteca sacrifico a todo aquel macehualtin que es señalado por ellos. Con manos crispadas arranco sus corazones del pecho y lo levanto a las cuatro esquinas del mundo, para después degustar la firme textura del órgano, que, sin razón, late en mi paladar.
Lafitte
Cuando era pequeño me entretenía atrapando ratas a las que rociaba gasolina y les prendía fuego. Verlas correr en zig-zag, en círculos y dando maromas como luciérnagas infernales rasgando la noche era divertido; sus chillidos, escalofriantes. Lo seguí haciendo a lo largo del tiempo y a través de la escala evolutiva con una extraña mezcla de curiosidad científica y placer por el dolor ajeno, hasta que cambié de métodos. Pequé de optimista cuando llegué al pináculo de la evolución. Las primeras dos ratas de dos pies que capturé murieron de miedo antes de que encendiera el fósforo.
Espíritu de superación
Serpico
Amo los tiempos de bonanza. Tanta abundancia es una tentación para alguien como yo, que está convencido de que todo es susceptible de mejora. Aunque las estadísticas no reflejan aún las decenas de individuos que ya retiré de la circulación, estoy seguro que un poco de perseverancia y suerte, me ayudarán a dejar huella en la historia. Además de gente, lo que sobra es tiempo.
Inercia
Chester Truman
La primera víctima es como el primer beso: nunca se olvida. El resto, son variaciones sobre un mismo tema, pura inercia. A estas alturas, he perdido la cuenta de mis besos y de mis víctimas. Con los años ganas técnica pero pierdes motivación. Lógico, si lo piensas. Que siga matando es lo mínimo que todos esperáis de mí. Y por nada del mundo quisiera decepcionaros. Yo no.
El chef
Pseudónimo
Nada igualaba el sabor de mis platillos exóticos. Tenía reservaciones confirmadas por un año en mi célebre restaurant y la clientela hacía fila a todas horas. La ausencia de gente en la calle a causa de la pandemia lo arruinó todo. Ahora escasean los comensales y los insumos, en particular esas carnes importadas que me dieron tanta fama.
Cuatochin
Black Dot
Los dioses deciden quién ha de partir. Les temo, saben demasiado de mí. La primera vez que los oí tenía quince años. Me ungieron con la roja sangre de un conejo que pataleaba en los estertores de la tortura. Los ojos espantados de cuatochin muriéndose, la sensación de que su vida estaba en mis manos, me sedujeron. Desde entonces me esfuerzo en servirles. Me demandaron a mi mejor amigo. Obedecí, lo inmolé en su honor. Como un azteca sacrifico a todo aquel macehualtin que es señalado por ellos. Con manos crispadas arranco sus corazones del pecho y lo levanto a las cuatro esquinas del mundo, para después degustar la firme textura del órgano, que, sin razón, late en mi paladar.
Fernando
28 de April de 2021 / 12:17
28 de April de 2021 / 12:17
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