En tanto uno hablaba de Otelo, La fierecilla domaday Romeo y Julieta; aquel, de El ruido y la furia, Mientras agonizo y de La mansión. No lejos de ahí, otro lo hacía de El señor de las moscas, Ritos de paso y Caída libre, y un cuarto sujeto, más reservado pero algo excéntrico, no dejaba de presumir de El almuerzo desnudo, Queer y Nova Express. Aquello era un pandemonio. Por mi parte, yo tenía las cosas mejor organizadas y sin tanto aspaviento, anunciaba que En nuestro tiempo, Al romper el alba, París era una fiesta Al otro lado del río y entre los árboles; también que El río de dos corazones, Las verdes colinas de África y Las nieves del Kilimanjaro estaban en El Jardín del Edén, y que los Hombres sin mujeres y El viejo y el mar son Por quién doblan las campanas. Fue cuando entendí La importancia de llamarse Ernesto y no William, fuera Shakespeare, Faulkner, Golding o Burroughs. Quien se dio cuenta de eso merece un Oscar.
Pseudónimo
02 de November de 2021 / 12:44
Feria Internacional del Libro 02 de November de 2021 / 12:44
Pseudónimo
Taller 05 de November de 2021 / 11:06
Fernando
 

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