Un fuego abrasador que emanaba de sus entrañas lo consumía. Ardía en deseos por llegar a esos labios voluptuosos y sensuales de rojo carmesí. Cuando estaba a punto de lograrlo, una sorpresiva llamada telefónica bastó para que ella saliera de prisa de la habitación y que, al regresar, lo encontrara exánime, reducido a una colilla, pavesas y una columna de humo moribunda sobre el cenicero.
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Mónica Brasca
 

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