Ayer, sábado, me fui a dormir temprano. Hoy, al amanecer, debía recoger a mis padres en el aeropuerto a su regreso de Europa. Cuando llegué, estaban muy enfadados. Después del largo viaje, tuvieron que esperar  sesenta largos minutos mi llegada. Entendí su molestia, mas no la razón del retraso. Cuando consulté mi reloj y el de la terminal aérea, caí en la cuenta de que alguien me había robado justamente una hora durante la noche. ¿Quién sería tan descarado y mala leche para entrar a mi casa y cometer el hurto? Inmediatamente sospeché de mi vecino. Ese infeliz y ocioso individuo solo viene a robarme el tiempo cada vez que me visita, para quejarse del clima, del tráfico, de su mujer o de la suegra, en cualquier horario.