El gato volador
Es un joven fantasma a punto de estrenarse como tal. A modo de inicio, intenta traspasar paredes sin lograr nada más que la resistencia del concreto, ya que, su espectro tutor, olvidó dejar el manual de operaciones. Opta por asustar a unos niños que se encuentran en la sala, moviendo los juguetes de lugar, pero los nenes, embuidos en sus iPhones, no se percatan de su estancia. Luego del fallo, el ente teme desvanecerse para siempre por incumplimiento de funciones. Resignado, se acurruca en un rincón. En ese instante, un gato se frota en su pierna y maúlla; él se entusiasma al ver que el animal lo puede ver y procede a acariciarlo con gratitud y ternura. Entonces decide meterse en el cuerpo del felino. Desde ahora, la simbiosis entre fantasma y animal se alimentará de las pesadillas, celos, egos, temores, malentendidos de sus amos y del egoísmo, envidia y de todas las malas vibras que puedan acarrear las visitas. Y, cuando haya escasez de emociones adversas, de ratones, pájaros y de asustar a bandidos en las esquinas de la noche.
Héctor
07 de May de 2022 / 19:10
07 de May de 2022 / 19:10
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