Gatos, escaleras y espejos
Habían pasado seis años y trecientos sesenta y cuatro días desde que mi racha de mala suerte empezó. Primero mi esposa me dejo por un hombre más joven.
—No eres tú, es tu virilidad —dijo.
Mi trabajo se lo dieron a alguien con la mitad de mi edad.
—Son eficiencias, no es la edad que tienes —adujeron en la empresa.
Me echaron a la calle con todas mis cosas por no poder pagar la hipoteca de mi bella casa.
—Quiere que le dejemos sus cosas ahí —me preguntaron señalando la acera.
Estaba a punto de terminar mi periodo de mala suerte y lo vi, el gatillero en un viejo western, se movió frente a mí, lento, de un lado al otro de la calle; sus ojos verdes, el andar sigiloso, los bigotes de cerdas duras, el pelo del lomo crispado, negro. Fue cuando el sol estaba en su cenit que, como el fogonazo de un revolver colt, el maldito gato maulló mientras terminaba de cruzar la calle frente a mí.
—No eres tú, es tu virilidad —dijo.
Mi trabajo se lo dieron a alguien con la mitad de mi edad.
—Son eficiencias, no es la edad que tienes —adujeron en la empresa.
Me echaron a la calle con todas mis cosas por no poder pagar la hipoteca de mi bella casa.
—Quiere que le dejemos sus cosas ahí —me preguntaron señalando la acera.
Estaba a punto de terminar mi periodo de mala suerte y lo vi, el gatillero en un viejo western, se movió frente a mí, lento, de un lado al otro de la calle; sus ojos verdes, el andar sigiloso, los bigotes de cerdas duras, el pelo del lomo crispado, negro. Fue cuando el sol estaba en su cenit que, como el fogonazo de un revolver colt, el maldito gato maulló mientras terminaba de cruzar la calle frente a mí.
Black Dot
12 de May de 2022 / 12:55
12 de May de 2022 / 12:55
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