“El enemigo se esconde detrás de esas colinas. A mí me parece un honor que no hayan escogido para capturar esas posiciones. Creo que nuestro batallón es de hombres valientes y decididos. Sé que fallaremos porque estamos preparados para nuestra misión”, así arengó el general a sus regimiento antes de ubicarse en lo más recóndito de la retaguardia desde donde vería la batalla desarrollarse.
El sonido de los obuses y las metralletas que empezaban a coser a sus hombres era aterrador, pero el hombre sabía que pronto, cuando sus fuerzas de combate estuvieran diezmadas, podría rendirse y pasar el resto de la guerra prisionero, pero lejos del frente.