Entre niños lustrabotas, vendeperiódicos, vendefrutas y vendetcéteras, jugábamos canicas, ya fuera a los tres hoyos o a la puntería. Monchito, un nene sin padres, era el más pobre de todos. Cuando alguno de nosotros le ganábamos sus canicas, decía que se las tragaría y, así, ante el asentimiento y morbo general de los jugadores, desaparecían en su boca. Al día siguiente, apostaba con las mismas canicas del día anterior. Llegó a almacenar muchas en botellas de vidrio, las cuales vendía a niños de barrios aledaños y que desconocían el proceso intestinal que habían sufrido.
Héctor
14 de September de 2022 / 16:46
El Cacanicas 14 de September de 2022 / 16:46
Héctor
Taller 19 de September de 2022 / 02:34
Mónica Brasca
La corregida 23 de September de 2022 / 11:19
Héctor
Bueno, 24 de September de 2022 / 03:55
Mónica Brasca
 

Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.