El vecino hacia mucho ruido, sobre todo si llegaba con sus copas encima y los amigotes. La mujer le recriminaba que hiciera eso. El resultado era negativo, porque entonces la golpeaba y era tal el escándalo que en ocasiones mi pareja a punto de llamar a la policía.
—Deja —le decía yo— para que nos metemos en la vida de otros.
Si, los alaridos de dolor de ella y el llanto de los hijos espantados era mucho, pero peor fue cuando la mato.
Desde entonces mí esposa reclama airada y sin parar.
—Te lo dije, debimos meternos en lo que no nos importaba.