La primera vez que supo (o asumió o comprobó) que su comunicación con las máquinas era un don, un talento que podía convertirse en una profesión, fue cuando Lala la instó a comparar sus conocimientos con los de un mecánico: llevaron el coche de Lala al taller, habiéndolo evaluado previamente, y el diagnóstico fue el mismo. El tratamiento era más lento, pero más duradero. Pondría desde entonces su don al servicio de las máquinas del mundo, pero cada dueño tendría que elegir: métodos mecánicos u holísticos.