El humo negro es constante. Claro: es esta ciudad que se ha convertido en una megalópolis sobre poblada y con escasez de recursos de todo tipo. No tenemos agua durante partes del día, no hay pan después de cierta hora, pagar servicios es un verdadero vía crucis. ¡Hasta para entrar al cine se tiene uno que formar, primero; para comprar boletos y luego para entrar! Y el olor a hollín con las partículas de contaminación que descienden y se adhieren a todas las cosas; las ventanas de las casas; los autos sucios sin usarse; sillas percudidas; narices que respiran ese aire demoniaco y que provocan que los mocos salgan negros y tiesos. La gente se cuelga de los autobuses, que parecen vomitarlos, para llegar a tiempo al trabajo, durante las horas pico. El tráfico se mueve con la lentitud de un viejo demonio del que no logramos exorcizarnos. Y el rito se repite por la tarde. Agreguemos lluvia para hacerlo aún más desquiciante. Amen.