Desde su adolescencia había sido un obsesivo admirador de los Beatles, se hizo músico, se casó y fue a Liverpool de luna de miel, y tuvo cuatro hijos —Pablo, Juan, Jorge y Ricardo—, a los que matriculó en el conservatorio al cumplir los cuatro años.
En contra de sus expectativas, los dos mayores se hicieron científicos, el tercero médico y el benjamín arquitecto y, a pesar de que todos alcanzaron notoriedad en su trabajo, nunca pudo perdonarles lo que consideraba una traición.
Tanto fue su desprecio que se fueron alejando y estuvieron sin verlo hasta su ochenta cumpleaños. Querían que fuera una jornada única, un día especial que nunca olvidarían. Se presentaron en su casa vestidos a la usanza de los sesenta, con las guitarras, el bajo y la batería y le dedicaron una versión más que digna de A Day In The Life, su canción favorita. Pero terminada la actuación observaron como balbuceaba en su carrito de ruedas y, con la mirada perdida y su dedo índice apuntando al techo, contaba torpemente los cuatro mil agujeros de Blackburn.
Crispín
10 de September de 2017 / 11:04
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Dakiny
 

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