Una pequeña araña, cómplice del silencio que me aturde, cuelga de su misma tela y se agranda en su sombra negra reflejada en la pared. Hay una arruga que se forma en la cobija y una rendija por la que entra un viento frío, mientras la luz de la vela se va quedando sin aliento. Este catre ya no chirrea con el vaivén de tu cuerpo, el mismo que me atrajo, el mismo que fue mío y ya no tengo. Vuelvo a la araña y le aplico sin timidez insecticida mortal, ante la mirada ausente de dos cánidos de porcelana, lo único que me queda.
esleongo
02 de November de 2017 / 07:48
Simbiosis 02 de November de 2017 / 07:42
Enigmática
Si llueve, ya no importa 02 de November de 2017 / 07:48
esleongo
 

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