Todo empezó cuando, en la representación de la Navidad, un tomate hizo blanco en uno de los demonios que estaban en el escenario. Este respondió dándole un puntapié a San Gabriel que le devolvió un cachiporrazo. Minutos después, los “buenos”: santos, ángeles y arcángeles, incluidos José y María atizaban con palos, piedras y pedazos de la escenografía a los “malos”: demonios, soldados pretorianos, uno que otro pastor simpatizante y hasta las ovejas negras del elenco, quienes se defendían y contraatacaban. Los “buenos” no resultaron ser muy cándidos; sus iras y odios afloraron, mientras que los “malos” tampoco parecieron ser tan viles, pues ni con toda su maldad lograron acabar con sus adversarios. Mientras aquello ocurría una rendija se abrió en el cielo y se escuchó una voz grave que exclamó:

—Padre, la próxima vez que me mandes a redimir a estos idiotas, dame más armas. La de la palabra y el ejemplo veo que no han sido suficientes.

—Procuré hacerlos a mi imagen y semejanza, pero ya ves hijo, nadie es perfecto. ¿A cuáles les vas?
Hebdomadario
06 de December de 2016 / 01:36
Dos mil y contando 06 de December de 2016 / 01:36
Hebdomadario
 

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