De pronto, tan inesperadamente como se abrió, la puerta se cierra. Nadie sabría encontrarla ahora en la uniformidad del muro. Los guardianes, obligados a dejar pasar a quienes la suerte o el destino eligió para que estuvieran justo ahí, recuperan ahora su hieratismo tras las gafas de sol. Una niña llora en vano por la madre dejada al otro lado. Alguien yace en un charco de sangre con la pierna espanzurrada por el muro.

Lejos de allí, el presidente, bajo el inverosímil tupé pajizo, se debate entre la celebración de su puntería, el asco y la lástima, contemplando la mancha sanguinolenta que ha dejado el mosquito sobre el botón verde que en su escritorio reza: “apertura extraordinaria”.
Rigor Mortensen
05 de February de 2019 / 06:13
Daños colaterales 05 de February de 2019 / 06:13
Rigor Mortensen
 

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