Cambiaron los espejos con pantallas que lo reproducen a uno con la mayor perfección y alta fidelidad posible. No hay forma de verse un poco deforme. No hay pretexto de pensar que la imagen nos miente o engañarnos nosotros mismos; no estoy tan viejo o tan gordo o tan feo. Los artefactos tienen esa maldita perfección que asfixia los sentidos, que no nos permite dudas. Extraño mi imagen, atrapada entre dos espejos, multiplicada miles de veces, moviéndose de manera sincronizada. Lamento no poder jugar a adivinar cuál de todos mis posibles yo, soy yo.