Levántate. LEVÁNTATE. ¡LEVÁNTATE! Dice la alarma. Logras incorporarte. Olvidas los sueños. Te preparas un café, pues te funciona para incentivar el intestino. Acudes al baño, el rito se cumple a la perfección. La ropa que usarás ya está escogida y te cubres con ella. Todo ya está predeterminado. Recibes la orden directa del rector de esa universidad positiva a la cual entregas tus competencias de que debes ser feliz, ¿a cuántas personas has logrado contagiar de la impositiva felicidad?, ¿ya hiciste tus cursos sobre felicidad?, ¿ya escribiste tu propósito de vida? Debes fijar cómo será tu futuro. ¿No lo sabes? Escribes sin gran convicción, das servicio con una sonrisa bien pintada, resuelves y desahogas problemas. Luego vuelves a casa y ahí te detienes: mañana será el último día de este neurótico bienestar.