Había una cordillera de oro fundido que llegaba hasta un océano ahogado por las láminas doradas. Las pepitas áureas eran apartadas por los pies huesudos de los supervivientes en busca de algún comestible. Algunos otros lloraban al reconocer los perfiles de conocidos impresos en el metal. De nada servía todo aquel tesoro si solo pensaban en intercambiarlo por una hamburguesa, un amigo o un lugar donde dormir. Las cosechas, los bosques, los edificios, los animales fueron bañados por aquel mineral que contenían los meteoritos.
Malvadisco
07 de June de 2019 / 23:58
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SAPO
 

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