Dos mil y contando
Todo empezó cuando, en la representación de la Navidad, un tomate hizo blanco en uno de los demonios que estaban en el escenario. Este respondió dándole un puntapié a San Gabriel que le devolvió un cachiporrazo. Minutos después, los “buenos”: santos, ángeles y arcángeles, incluidos José y María atizaban con palos, piedras y pedazos de la escenografía a los “malos”: demonios, soldados pretorianos, uno que otro pastor simpatizante y hasta las ovejas negras del elenco, quienes se defendían y contraatacaban. Los “buenos” no resultaron ser muy cándidos, pues afloraron sus iras y odios mientras que los “malos” tampoco parecieron ser tan viles, ya que ni con toda su maldad lograban imponerse a sus adversarios. Mientras aquello ocurría, una rendija se abrió en el cielo y permitió escuchar una voz grave que dijo:
—Padre, la próxima vez que me mandes a redimir a estos idiotas, dame más armas. La de la palabra y el ejemplo veo que no han sido suficientes.
—Procuré hacerlos a mi imagen y semejanza, pero ya ves hijo, nadie es perfecto. Pero aguarda, ¿ya viste? Esto se pone bueno, ¿a cuáles les vas?
—Padre, la próxima vez que me mandes a redimir a estos idiotas, dame más armas. La de la palabra y el ejemplo veo que no han sido suficientes.
—Procuré hacerlos a mi imagen y semejanza, pero ya ves hijo, nadie es perfecto. Pero aguarda, ¿ya viste? Esto se pone bueno, ¿a cuáles les vas?
Hebdomadario
18 de December de 2016 / 01:51
18 de December de 2016 / 01:51
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