A su edad, había perdido muchas habilidades, pero el tacto proseguía sensible y solo él, con sus manos, podía descifrar las perforaciones en la lamina repujada. El tesoro de sus pillajes estaba en una isla, en una cueva, bajo la constelación de Capricornio. Perdido hasta el sentido del olfato, el grumete que le servía de lazarillo le condujo hasta la fortuna para que aquel viejo pirata deslizara sus manos sobre las monedas de plomo.
José M. Nuévalos
25 de November de 2019 / 06:28
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José M. Nuévalos
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José M. Nuévalos
 

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