La naríz roja de Rodolfo
Ni la fina capa de talco sobre las montañas, ni las palmeras, ni el serrín le permitían sentirse a gusto. El pequeño reno vagaba solitario por el belén en el que lo había colocado el capricho de los niños cuando la noticia corrió desde el castillo de Herodes hasta el arroyo de las lavanderas: el camello de Gaspar se había torcido una pata y no podría repartir los juguetes.
Rodolfo se apresuró a ofrecer ayuda, pero su lomo no estaba acostumbrado a cargar alforjas. Fue San José quien encontró la solución: un trineo de madera al que añadió ruedas para que pudiera recorrer el mundo.
Gaspar y el reno compartieron toda la noche, incluidas las copitas de anís que dejamos a los reyes para reponer fuerzas. Ahí van los dos. Con las narices rojas y haciendo eses vuelven al belén para, entre hipidos alegres, cantarle villancicos al Niño.
Rodolfo se apresuró a ofrecer ayuda, pero su lomo no estaba acostumbrado a cargar alforjas. Fue San José quien encontró la solución: un trineo de madera al que añadió ruedas para que pudiera recorrer el mundo.
Gaspar y el reno compartieron toda la noche, incluidas las copitas de anís que dejamos a los reyes para reponer fuerzas. Ahí van los dos. Con las narices rojas y haciendo eses vuelven al belén para, entre hipidos alegres, cantarle villancicos al Niño.
Rudolf
20 de December de 2016 / 17:16
20 de December de 2016 / 17:16
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