Existen todavía seguidores de la escuela eleática, que moran en las cuevas subterráneas del desierto de Lemnos y denuncian como causa del sufrimiento humano al movimiento constante del cuerpo y el alma. A modo de cura, eligen hacer lo menos posible, imitando a los perezosos tanto en velocidad como en precisión. También se recetan abstenciones psíquicas, enmudeciendo la mente de modo que solo piense lo indispensable para vivir. Pasados los años, alimentarse, defecar o dormir dejan de ser necesarios, y cerrando los párpados por última vez, los sabios se transforman en brillantes e inmóviles estatuas de bronce, cuyas cabezas pueden verse a veces sobresalir entre las dunas, una vez terminada la época de tormentas arenales.