Entró al elevador. Vio el tablero y le sorprendió que al final de la lista estuviera el símbolo de infinito. ¿Era una broma? La curiosidad le ganó y oprimió la tecla. El elevador empezó a subir, al principio, igual que cualquier otro, pero el zumbido (que hacen todos los motores eléctricos) se fue agudizando más y más y más y sintió como el piso vibraba y las hojas de metal de las paredes se sacudían como las de un camión destartalado. Cuando el zumbido se hizo agudo y el trepidar intolerable, y creyó que sus oídos iban a reventar, el elevador se detuvo. Cuando se abran las puertas, pensó, veré el paisaje que ve un astronauta. De pronto sintió un empujoncito en su espalda.
—Señor, ¿ya se le olvidó a qué piso va?
Giró la cabeza y descubrió una hermosa muchacha detrás de él que lo observaba con impaciencia. En los brazos sostenía una enorme pila de carpetas.
—Yo voy al 6 ¿me hace usted el favor?
Asintió. Estiró la mano, pero antes de oprimir el 6, observó que la última tecla estaba marcada con el número 8. Sin dejar de observarla, giró su cabeza 90 grados y vio de nuevo el símbolo de infinito.
Pepe el Toro
13 de February de 2020 / 16:18
AL INFINITO Y… 13 de February de 2020 / 16:18
Pepe el Toro
TALLER 24 de February de 2020 / 11:12
Laura Elisa Vizcaíno
 

Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.