Al principio, cuando mi madre empezó a divagar, la corregíamos, procurando ubicarla en el presente, en el aquí y ahora. Con el paso del tiempo fue evidente que el esfuerzo era inútil y le provocaba angustia. Insistía en la veracidad de sus historias descabelladas.
No quedaba más alternativa que aceptar que, para ella, la realidad era lo que percibía a través de sus neuronas, sinapsis y dendritas colapsadas, sus neurotransmisores desequilibrados y recuerdos, tan revueltos en su cabeza, como el paisaje tras el paso de un tornado.
Fue entonces que empezó aquel viaje a través del tiempo, el espacio y los laberintos de la mente. Cada relato era un periplo por mundos fantásticos, exuberante y entretenido como una vuelta por el parque de diversiones y, en ocasiones, tan exótico como ingerir la droga alucinante más potente, sin los riesgos y resacas.
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08 de March de 2020 / 13:10
La vuelta del día por ochenta mundos 08 de March de 2020 / 13:03
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Por favor, considerar ésta versión: (fe de e-ratas) 08 de March de 2020 / 13:10
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