Sintió algo parecido a una descarga en la nuca, después vino una enorme ola de luz que casi lo derriba, y cuando finalmente pudo ver, ángeles y querubines con liras y flautas lo rodeaban. Buscó alrededor entre la repentina neblina hasta que encontró a un hombre uniformado detrás de una ventanilla.
–Un boleto a México, por favor. Llevo prisa –le solicitó mientras extendía la tarjeta de crédito.
–Lo siento, aquí no es válida esa.
–¿Cómo? Es American Express Platinum VIP Extra Plus, ¡Cómo no va a ser válida, si es la llave del mundo!
–De aquel, pero no de éste, Míster… Lazcano¬u –replicó mientras se acomodaba las gafas para ver el nombre grabado en ella.
–A ver, explíqueme eso de aquel y este mundo. Si no estoy en Bogotá, entonces, ¿dónde demonios es aquí?
–La estación de transbordo de Aerolíneas Ala Eternidad.
–¿Transbordo?, ¿a dónde?
–Al cielo, al infierno, al purgatorio o al limbo, que como ya no existe es eso justamente, el limbo. Usted elija a dónde quiere ir, señor Lazcano.
–A México, ya se lo dije.
–Excelente destino, buena elección, lo felicito. Es el único que dispone de todo: cielo, infierno, purgatorio y limbo, all-in-one y all-inclusive, dependiendo de la localidad. Puede probar llegando allá, para ver cuál le acomoda más.
–Sigo sin entender qué pasa.
–No se preocupe, allá están en las mismas que usted y se sentirá como en casa. Nadie entiende qué sucede.