La vieja y la mar
Todos los días sale con el alba a recorrer la bahía que conoce mejor que sus manos arrugadas, al tiempo que –con un dejo de envidia– pretende descifrar el secreto milenario que rejuvenece y alisa la piel que cubre la playa a cada vaivén del agua.
El sonido de las olas de esa mañana, tan cambiante y a la vez tan familiar, la reconforta y le hace recordar los años de su niñez, la juventud, los arrebatos con Anselmo, sus hijos, el huracán que se llevó a su viejo, su dolor, cuando se casó la nena, el día cuando los demás se fueron, la oquedad de las ausencias, las noches de luna llena tendida en la hamaca, la soledad y su miseria, mientras sus huellas se dibujan para desvanecerse tras su paso y el agua le acaricia suavemente los tobillos.
Atraída por la inmensidad y el sol naciente sobre el mar, se adentra un poco hasta percibir un cosquilleo juguetón en las rodillas, su falda flotando al nivel de la cintura, el golpe de las olas al romper sobre sus pechos flácidos, el cosquilleo del agua salada en la nariz, su cabello flotando sobre la cabeza, el rumor de la mar desde su entraña, la ingravidez, la sensación de estar a punto de explotar, la duda y el impulso a desistir, el conato de arrepentimiento, el piso que se hunde y el cielo que se eleva, la inundación, la angustiosa quietud y después, la paz que infunde la ausencia de lo conocido, la eternidad.
El sonido de las olas de esa mañana, tan cambiante y a la vez tan familiar, la reconforta y le hace recordar los años de su niñez, la juventud, los arrebatos con Anselmo, sus hijos, el huracán que se llevó a su viejo, su dolor, cuando se casó la nena, el día cuando los demás se fueron, la oquedad de las ausencias, las noches de luna llena tendida en la hamaca, la soledad y su miseria, mientras sus huellas se dibujan para desvanecerse tras su paso y el agua le acaricia suavemente los tobillos.
Atraída por la inmensidad y el sol naciente sobre el mar, se adentra un poco hasta percibir un cosquilleo juguetón en las rodillas, su falda flotando al nivel de la cintura, el golpe de las olas al romper sobre sus pechos flácidos, el cosquilleo del agua salada en la nariz, su cabello flotando sobre la cabeza, el rumor de la mar desde su entraña, la ingravidez, la sensación de estar a punto de explotar, la duda y el impulso a desistir, el conato de arrepentimiento, el piso que se hunde y el cielo que se eleva, la inundación, la angustiosa quietud y después, la paz que infunde la ausencia de lo conocido, la eternidad.
Pseudónimo
16 de March de 2020 / 14:48
16 de March de 2020 / 14:48
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