Si ese hombre de barba cana, tez morena y aspecto reservado hubiese accedido a la inspección, cuando le marcaron el alto en el puesto de control, la historia sería distinta. De haber admitido que tenía un implante de cadera, clavos en el fémur y un marcapasos, en lugar de seguirse de largo, no habría sido más que un momento incómodo.

Si el arco detector no se hubiera activado y los policías hubiesen visto un corsé ortopédico y no un chaleco explosivo, habría evitado la sentencia a la incomodidad eterna en ese ataúd. Más pudieron la presunción y el orgullo que la verdad evidente.
Pseudónimo
17 de March de 2020 / 19:16
Falsa alarma 17 de March de 2020 / 19:16
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Me recordó a la novela El lector... 18 de March de 2020 / 18:56
H.R.
Se agradece el aterrizaje, H.R 19 de March de 2020 / 14:28
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Gracias por el dato... 20 de March de 2020 / 16:33
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