A tres días de mi muerte, por favor, busquen el mensaje. No sé dónde ni cómo. Pueden salir a estudiar las formas de las nubes, o descifrar algún significado oculto en el pronóstico del tiempo. Aunque tal vez la cosa no sea tan grandiosa. Lo más seguro es que consista en entender las figuras carbonizadas sobre la superficie de una tortilla. O algo por el estilo.

A tres días de mi muerte, por favor, busquen el mensaje. Porque les voy a informar de la situación en el infierno. Así, todos ustedes sabrán si es un tormento continuo y eterno, o si más bien consiste en agradables tertulias en compañía de filósofos, malabaristas y prostitutas. ¿Es cierto que los habitantes del reino del Diablo se arrepienten de sus pasadas faltas de respeto y fechorías, o más bien celebran jubilosos la vez en que le patearon el culo a un monaguillo mojigato?

Si se enteraran de que allá todo es maravilloso, les suplico que no se apresuren. Odio las aglomeraciones. Pero si aquello resulta en verdad una hoguera, sugiero que comiencen sus penitencias al tercer día de mi muerte.