SELECCIONES DEL DÍA 17 DE JUNIO
Khob-id, por Murata
Tras una larga búsqueda, los arqueólogos estaban de plácemes al encontrar las ruinas de esa gran urbe, casi devorada por la selva. Precisar su antigüedad era complicado por la cantidad de restos de diferentes épocas que hallaron, al igual que explicarse cómo había desaparecido esa gran civilización. Después de meses para descifrar los jeroglíficos, el hallazgo los dejó intranquilos. Era una crónica, escrita siglos atrás, acerca de una suerte de demonio invisible que se apoderaba del aliento y con él, del espíritu de la vida.
El rosario de la tía, por Mapache
Misterios Gozosos: La visita al hospital. La comida que trajo al primo. La comida que no pudo darle al primo. El tamal que desayunó fuera del hospital. Lo que platicó con la señora que internó de COVID a su mamá. Lo que le dijo el señor que internó de COVID a su esposa. El examen positivo de COVID de mi primo. El COVID es pura farsa, dijo la chava que trajo por un infarto a su papá. La comida del primo que se comió la tía al pie de las escaleras del hospital. El sol que los quemó y los abrazó. La pierna derecha que se le hinchó a la tía. La pierna izquierda que se le hinchó a la tía. La señora que acompañó a la tía con un Ave María. El señor que fumó una cajetilla de cigarros. La chava que siguió insistiendo que el COVID es una farsa. La torta que cenó la tía. La enfermera que salió a la calle sin noticias. La colcha que tapó toda la noche a la tía.
Misterios Dolorosos: El dolor del cuerpo y del alma de la tía. El café que la despertó. La enfermera que no dio noticias. La agonía sin noticias. Los tamales que comió la tía. El rezo de la señora. La nueva cajetilla de cigarros del señor. El mismo rollo de la chava. La noche sin luna. La colcha. El frio. La enfermera sin noticias. La espera.
Misterios Gloriosos: La ascensión del primo. La noche que se rindió al día. El café. El mal aliento. La desesperación de la tía. La enfermera que salió y dio las mismas noticias. El empujón de la tía. Los golpes del señor. Los gritos de la señora. Las patadas de la chava. La entrada al hospital. La carrera por el pasillo. La puerta que se abrió. El cuerpo del primo en la camilla. Los ojos abiertos del primo. Los labios morados del primo. La fila de bolsas negras llenas de cuerpos. El doctor que llegó. Los gritos inquisidores de la tía. El dedo acusador de la chava.
Misterios Luminosos: El doctor que se paralizó. El señor que lo golpeó. La señora que le escupió. La chava que aulló. La transfiguración de la tía. Las tijeras que le clavó. El rosario de la tía con el que a mi primo se enterró.
La guerra de los simios y los decibeles, por pseudónimo.
En el condominio “Viena”, ningún vecino quería dar su brazo a torcer al inicio del confinamiento. Cuando alguien puso música, a otro no le gustó y encendió su aparato con la propia, a mayor volumen. Después vino un tercero y el conflicto escaló hasta convertir al edificio en un manicomio. Finalmente apareció un sensato que puso fin a la pesadilla. Llegó hasta el interruptor general y cortó la energía eléctrica. Tras las protestas, la medida nos hizo entrar en razón. Ahora sólo cantamos “a capella” en la ducha y hay planes para que debute nuestro coro “Los simios cantores del Viena”, cuando termine el encierro.
Cambio de costumbres, por Black Dot.
El pasillo de la casa parece ser más largo de lo que pensamos. Hay cosas que siempre han estado ahí, pero por su familiaridad pasan desapercibidas. En una esquina están los paraguas que usábamos para protegernos de la lluvia y el sol, los ganchos donde colgábamos nuestros abrigos de uso diario. Las puertas del armario permanecen cerradas, pero es un hecho que los zapatos y sandalias están ahí. Hay un olor en todo nuestro hogar a aire estancado. El polvo del encierro permea todo. Como no salimos, estamos desnudos y nos ha dado por pintar nuestro cuerpo a la usanza de los guerreros aztecas. Por las noches hacemos guardia en nuestro lado de la casa y durante el día esperamos a que alguno de nuestros hijos se descuide para tomarlo prisionero y sacrificarlo a los dioses para que acaben con la pandemia.
Juntos hasta en la muerte, por Jhonny Pinto.
Cuando supo que su mujer se había contagiado del virus y moriría, decidió hacer lo mismo que hace años cuando la conoció: llevársela consigo a punta de pistola
Mutaciones, por Verbigracia.
Este año, durante la temporada del Covid-66, se han detectado en diferentes zonas del planeta una indeterminada cantidad de alumbramientos, en los que neonatos de ambos sexos mostraban indicios morfológicos de un nuevo apéndice, de tejido cartilaginoso en forma de membrana retráctil, y que recuerda la estructura y función de nuestras antiguas mascarillas FFP-2 y FFP-3.
Balcones, por Rospo
— ¿Má, por qué no salimos a aplaudir?
La tele muestra balcones rebosantes de palmas. Luego en la propaganda oficial #quedate en casa#, desfilan madres y niños rubios sonriendo desde un enorme sofá con perro incluido.
A la casilla de chapa y piso de tierra llega el padre cansado de su largo día. La madre sirve sopa aguada.
La niña repite la pregunta.
El padre levanta la vista del plato y dice: “No tenemos balcón, sólo por eso”
Materialismo distópico, por Melón
10 de junio del 2020. Ayer habló mi casero para exigirme que le pague la renta del mes corriente y los dos anteriores. Los mismos tres meses que llevo sin empleo ni ingresos a causa de la pandemia. Al no poder garantizarle una fecha de pago, el insensible hombre me pidió que desalojara el departamento antes del día último de este mes. No sé qué hacer. Tengo apenas dos semanas para contagiarme del virus y acudir a un hospital público donde podré vivir unos días antes de dejar este mundo. Si sobrevivo, vaya que tendré motivos para preocuparme, como dónde estacionar el Lamborghini.
Tras una larga búsqueda, los arqueólogos estaban de plácemes al encontrar las ruinas de esa gran urbe, casi devorada por la selva. Precisar su antigüedad era complicado por la cantidad de restos de diferentes épocas que hallaron, al igual que explicarse cómo había desaparecido esa gran civilización. Después de meses para descifrar los jeroglíficos, el hallazgo los dejó intranquilos. Era una crónica, escrita siglos atrás, acerca de una suerte de demonio invisible que se apoderaba del aliento y con él, del espíritu de la vida.
El rosario de la tía, por Mapache
Misterios Gozosos: La visita al hospital. La comida que trajo al primo. La comida que no pudo darle al primo. El tamal que desayunó fuera del hospital. Lo que platicó con la señora que internó de COVID a su mamá. Lo que le dijo el señor que internó de COVID a su esposa. El examen positivo de COVID de mi primo. El COVID es pura farsa, dijo la chava que trajo por un infarto a su papá. La comida del primo que se comió la tía al pie de las escaleras del hospital. El sol que los quemó y los abrazó. La pierna derecha que se le hinchó a la tía. La pierna izquierda que se le hinchó a la tía. La señora que acompañó a la tía con un Ave María. El señor que fumó una cajetilla de cigarros. La chava que siguió insistiendo que el COVID es una farsa. La torta que cenó la tía. La enfermera que salió a la calle sin noticias. La colcha que tapó toda la noche a la tía.
Misterios Dolorosos: El dolor del cuerpo y del alma de la tía. El café que la despertó. La enfermera que no dio noticias. La agonía sin noticias. Los tamales que comió la tía. El rezo de la señora. La nueva cajetilla de cigarros del señor. El mismo rollo de la chava. La noche sin luna. La colcha. El frio. La enfermera sin noticias. La espera.
Misterios Gloriosos: La ascensión del primo. La noche que se rindió al día. El café. El mal aliento. La desesperación de la tía. La enfermera que salió y dio las mismas noticias. El empujón de la tía. Los golpes del señor. Los gritos de la señora. Las patadas de la chava. La entrada al hospital. La carrera por el pasillo. La puerta que se abrió. El cuerpo del primo en la camilla. Los ojos abiertos del primo. Los labios morados del primo. La fila de bolsas negras llenas de cuerpos. El doctor que llegó. Los gritos inquisidores de la tía. El dedo acusador de la chava.
Misterios Luminosos: El doctor que se paralizó. El señor que lo golpeó. La señora que le escupió. La chava que aulló. La transfiguración de la tía. Las tijeras que le clavó. El rosario de la tía con el que a mi primo se enterró.
La guerra de los simios y los decibeles, por pseudónimo.
En el condominio “Viena”, ningún vecino quería dar su brazo a torcer al inicio del confinamiento. Cuando alguien puso música, a otro no le gustó y encendió su aparato con la propia, a mayor volumen. Después vino un tercero y el conflicto escaló hasta convertir al edificio en un manicomio. Finalmente apareció un sensato que puso fin a la pesadilla. Llegó hasta el interruptor general y cortó la energía eléctrica. Tras las protestas, la medida nos hizo entrar en razón. Ahora sólo cantamos “a capella” en la ducha y hay planes para que debute nuestro coro “Los simios cantores del Viena”, cuando termine el encierro.
Cambio de costumbres, por Black Dot.
El pasillo de la casa parece ser más largo de lo que pensamos. Hay cosas que siempre han estado ahí, pero por su familiaridad pasan desapercibidas. En una esquina están los paraguas que usábamos para protegernos de la lluvia y el sol, los ganchos donde colgábamos nuestros abrigos de uso diario. Las puertas del armario permanecen cerradas, pero es un hecho que los zapatos y sandalias están ahí. Hay un olor en todo nuestro hogar a aire estancado. El polvo del encierro permea todo. Como no salimos, estamos desnudos y nos ha dado por pintar nuestro cuerpo a la usanza de los guerreros aztecas. Por las noches hacemos guardia en nuestro lado de la casa y durante el día esperamos a que alguno de nuestros hijos se descuide para tomarlo prisionero y sacrificarlo a los dioses para que acaben con la pandemia.
Juntos hasta en la muerte, por Jhonny Pinto.
Cuando supo que su mujer se había contagiado del virus y moriría, decidió hacer lo mismo que hace años cuando la conoció: llevársela consigo a punta de pistola
Mutaciones, por Verbigracia.
Este año, durante la temporada del Covid-66, se han detectado en diferentes zonas del planeta una indeterminada cantidad de alumbramientos, en los que neonatos de ambos sexos mostraban indicios morfológicos de un nuevo apéndice, de tejido cartilaginoso en forma de membrana retráctil, y que recuerda la estructura y función de nuestras antiguas mascarillas FFP-2 y FFP-3.
Balcones, por Rospo
— ¿Má, por qué no salimos a aplaudir?
La tele muestra balcones rebosantes de palmas. Luego en la propaganda oficial #quedate en casa#, desfilan madres y niños rubios sonriendo desde un enorme sofá con perro incluido.
A la casilla de chapa y piso de tierra llega el padre cansado de su largo día. La madre sirve sopa aguada.
La niña repite la pregunta.
El padre levanta la vista del plato y dice: “No tenemos balcón, sólo por eso”
Materialismo distópico, por Melón
10 de junio del 2020. Ayer habló mi casero para exigirme que le pague la renta del mes corriente y los dos anteriores. Los mismos tres meses que llevo sin empleo ni ingresos a causa de la pandemia. Al no poder garantizarle una fecha de pago, el insensible hombre me pidió que desalojara el departamento antes del día último de este mes. No sé qué hacer. Tengo apenas dos semanas para contagiarme del virus y acudir a un hospital público donde podré vivir unos días antes de dejar este mundo. Si sobrevivo, vaya que tendré motivos para preocuparme, como dónde estacionar el Lamborghini.
carlos martín briceño
28 de June de 2020 / 10:58
28 de June de 2020 / 10:58
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