Parado a tus pies, miré el largo camino por recorrer y sonreí. Haber llegado hasta ahí ya era un triunfo por sí mismo. Te admiré en la penumbra y emprendí el viaje hacia tus piernas. Al sentir mi presencia, me devolviste la sonrisa con un bello amanecer y se iluminó el horizonte. Palmo a palmo, fui subiendo lentamente con rumbo a tus rodillas y proseguí, procurando no caer en la tentación de asomarme y sucumbir en tus caderas, hasta llegar al vientre, donde me diste paz, abrigo y reconfortaste mi sed. Descansé aliviado mientras tú, esplendorosa, brillabas a la luz de la mañana. Escalé tus pechos, firmes y erguidos. ¡Qué maravilla!, ¡qué hermoso panorama! Los recorrí para hacerlos míos, impregnarme de ellos y que nunca me olvidaran. Sudoroso y cansado, llegué al mentón para alcanzar tu boca y te bese, como lo hice en aquellos rincones por donde antes había pasado. Ahora estaba en tu cabeza, como siempre habías estado tú, Iztaccíhuatl, en la mía.
Pseudónimo
03 de December de 2020 / 15:24
La conquista 03 de December de 2020 / 15:24
Pseudónimo
Taller 07 de December de 2020 / 15:54
Jorge Oropeza
Respuesta al taller (1) 09 de December de 2020 / 07:02
Pseudónimo
Taller 04 de January de 2021 / 15:02
Jorge Oropeza
 

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