Cuando Ammon vislumbró la muerte por última vez se acercó temblando a la Notre-Dame para sobrellevar sus pecados pasados. Mientras se repetía así mismo Mon Dieu, Mon Dieu, en medio de sollozos y rezos creyó ver un fulgor que daba forma a unas estrechas alas. Con las fuerzas que le quedaban intentó estrechar su mano hacia el arcángel más piadoso. Quizás por la fiebre y la esperanza propia de un hombre moribundo, confundió las manos de Miguel con unas garras que empezaban a clavarle el corazón, los ángeles que contemplaba con la mirada perdida lo cubrían de caliza para hacer de sus penas, la manifestación de su monstruosidad vigilante y sedienta de muerte.
Ohana
25 de September de 2018 / 12:47
Asecho 18 de September de 2018 / 12:20
Ohana
Taller 20 de September de 2018 / 07:03
Carmen Simón
Asecho 25 de September de 2018 / 12:47
Ohana
 

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