Hola, estimada capataz. Nuevamente por aquí, acariciando el plumaje multicolor del úulum con la intención de transmitirle calma y resignación antes de ser sacrificado a Chaak.

¡Eureka!, suspicari, ergo sum (sospecho, luego existo). Esta notable frase de cuño propio, que fuera plagiada y modificada por Descartes hace algunos ayeres, es reveladora. Me ha hecho ver que el meollo del complicado asunto está en haberle asignado características vespertinas al destello, que más bien es tardío, postrero, el último. Siempre he dicho que el SyDAS está destinado a sustituir al método científico y a la teoría de la relatividad.

Con respecto al final, tras arduas negociaciones y concesiones, fue posible convencer por las buenas al editor a que accediera a mis peticiones y demandas. En lugar de los vidrios y la sangre, quedaron un pañuelo, el casquillo de la bala que destrozó la chapa y una carta, además de la fuga en el automóvil. Sospecho que el arma empleada por el anciano fue el mejor argumento para convencerlo cuando fue sacada a relucir en la plática. ¡Si vieras qué bonito brillaba la condenada con la luz que entraba por la ventana, ayer por la tarde! Inolvidable escena, sin duda.

Se preguntará usted amable capataz, ¿por qué el pañuelo, el casquillo y la carta? Tal vez lo intuya, pero si no, aquí va la tercera pista: El autor de esta perla literaria, o sea su pupilo, esclavo y aprendiz del noble oficio de la hojalatería y pintura de letras, pretende que el lector, plenamente ubicado en la escena y los hechos, y desconcertado al ver la chapa destrozada, se vea obligado a voltear hacia el piso atraído por el pañuelo, que no tiene otra finalidad que la de llamar la atención, el casquillo que responde a las interrogantes de la razón y el lugar del disparo, y de paso, dilucidar sobre el asesinato de la inocente chapa. La carta pretende ser la despedida del abuelo a los suyos, dejada ahí con todo propósito para hacerles perder más tiempo y facilitar la fuga. Me parece importante que el escape sea en automóvil, pues si hubiese sido a pie, en patín del diablo, bicicleta o cualquier otro medio de propulsión humana, podría ser alcanzado fácilmente. De haber sido en motocicleta lo más probable es que el pobre anciano terminara rompiéndose la crisma en el primer poste. ¡Vivo se nos fue, vivo lo queremos!

La mirada hacia lo que aparece en la acera, en particular la carta, obliga a los actores y al lector a preguntarse de qué se trata, y seguramente recogerlo y echarle un ojo (la curiosidad, hija primogénita de la sospecha es cruel: suele matar a los gatos), lo cual sirve para justificar que alguien alza la vista y observa al auto alejarse.

Así las casas (Manuel Bartlett dixit), todo se aclara y el sol brilla en el horizonte, prometedor. Bueno, eso espero y el inocente y angustiado úulum también. Veamos:

¡Eureka! (nuevo título, obviamente)

Ya no era el hombre que fue, ni sería quien quiso ser. La fuerza y juventud, un pasado nebuloso. El presente, un postrer destello. El futuro, la difícil disyuntiva: confinación en el asilo o libertad con el revólver.

Medianoche. Todos duermen en la casa. Un disparo, conmoción, gritos, pasos apresurados, un bulto inmóvil en la cama; suspenso, temor, cobertores enrollados, la recámara vacía. Desconcierto, búsqueda, una cortina en tiras, el portón abierto, la chapa destrozada. En la acera, su pañuelo, un casquillo y una carta. Al alzar la vista, un automóvil desaparece tras la bruma.
Nuevamente quedo al pie de vuestras mercedes y a su merced para poder decir con júbilo: "magna pollum habemus" mientras humo blanco escapa del horno.

Saludos