El Café du Tambourin
Sentado en una de las mesitas, sacó la pipa y la llenó con esmero. La encendió. Después de dos o tres bocanadas se quedó mirando a su alrededor en aquel sitio, típico lugar de encuentro de los artistas de la Belle Époque. Ahí estaban algunos de sus cuadros, en París, exhibidos finalmente junto a los de otros pintores con más fama que él, aspiró profundamente disfrutando el momento, el aroma del tabaco y del café. Minutos más tarde apareció su amiga Agostina, la dueña, después de despachar a otros clientes. Mientras contaba el dinero recibido, Vincent preguntó cuánto debería pagarle por tenerlos en exhibición. Con sorna, ella le respondió que le apostaba una oreja a que no tendría con que cubrir lo que le pediría. Como era hombre de palabra, perdió.
Murata
20 de April de 2020 / 23:06
20 de April de 2020 / 23:06
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