Si me pides ver imágenes de frustración, me parece que lo mejor sería mandarte una sefie reciente, je, je. Recordando el pasado mes de abril, me doy cuenta de que cuando hay moscas de por medio, las cosas se complican un poco en este taller. Procuraré evitarlas en el futuro.

No me rindo, raras veces lo hago, pero me tienes mareado y confundido, como jugando a las adivinanzas. Además, me temo que estamos cayendo en un caso similar a otro ocurrido aquí mismo hace unos días, donde el autor, palabras más, palabras menos, se queja de la postura del tallerista por caer en la tentación de escribir su propia historia en lugar de trabajar con la del autor, y de que le resulta curioso y paradójico que en un taller de minificción se invite a desarrollar el texto. Algo así está ocurriendo, a mi juicio.

Dije que no acostumbro jugar videojuegos, no que desconociera cómo funcionan ni que nunca los haya jugado. Me parece que hay cosas más redituables y recompensantes que hacer en la vida.

Disculpa, pero no me interesa ni es mi intención hablar en la mini de lo frustrante que resulta volver al mismo punto o no poder superarlo en un videojuego, ni de tragedias griegas o prácticas sadomasoquistas, sino al hecho de que al primer estornudo (primer descuido, titubeo o estornudo real), los jugadores mueren sin poder tener una vida extra (una segunda oportunidad) y que el lector perciba el paralelismo entre ambas realidades, sin distractores, ¿me explico? Tampoco veo atractivo particularizarlo a la sensación o experiencia (de juego) de una sola persona, sino justamente lo contrario, como un sentimiento colectivo y generalizado, como ocurre en la vida real.

Dicho lo anterior, te propongo este nuevo texto reformado con algunos arreglos y ajustes, fruto de esta disertación:

Juegos en cuarentena

En la comunidad de usuarios del nuevo videojuego de realidad virtual priva la decepción y el malestar. Es depresivo, carece de emoción, no hay vidas extra ni estrategias que funcionen y les inquieta que, como en la vida real, los jugadores mueran como moscas al primer estornudo.

Quedo al pendiente de tus comentarios.

Un abrazo