Vuelvo a postear el texto, por una omisión.
Elegía a mis víctimas por Internet. El catálogo de prospectos parecía ser inagotable. El anonimato era mi cómplice; la búsqueda de satisfacción mutua, el medio; un cuchillo, mi arma predilecta y la sorpresa, mi principal aliada. Lo hice por varios años hasta descubrir que se había convertido en una adicción, más poderosa que cualquier droga y que, por su bajo costo, sería difícil de erradicar. Frente a la posibilidad de ser catalogado como un asqueroso asesino serial y un inmundo adicto, no me quedó más opción que contratar a dos sicarios que, tras la consumación de mis actos amorosos, se encargaran del trabajo sucio para mantener mis manos limpias.
Pi
10 de April de 2021 / 17:28
10 de April de 2021 / 17:28
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